Basta acompañar unas horas a una persona con discapacidad para darse cuenta de los innumerables obstáculos que ha de afrontar para, simplemente, desarrollar sus tareas cotidianas con la misma normalidad que lo hace otra que no tenga limitación alguna.
Basta acompañar unas horas a una persona con discapacidad para darse cuenta de los innumerables obstáculos que ha de afrontar para, simplemente, desarrollar sus tareas cotidianas con la misma normalidad que lo hace otra que no tenga limitación alguna. Las referidas al urbanismo o la arquitectura son las más llamativas: obras sin señalizar, mobiliario urbano que dificulta el desplazamiento, teléfonos públicos o cajeros automáticos no adaptados, fuentes, papeleras, buzones… a una altura inadecuada, escalones o rampas impracticables… Son, sin duda, las barreras más fáciles de detectar, pero no las únicas y, en ocasiones, ni tan siquiera las más incapacitantes.
El último Informe Mundial sobre la Discapacidad realizado por la OMS señala que “más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna forma de discapacidad; de ellas, casi 200 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento”. Además, el incremento de la esperanza de vida y el hecho de que los avances médicos permitan que cada vez superemos más enfermedades o lesiones aventura que, en los próximos años, el número de personas con discapacidad será cada vez mayor.
La accesibilidad universal se define como la “condición que ha de cumplir cualquier objeto, herramienta o dispositivo, así como todos los bienes, procesos o servicios, para que sean comprensibles y utilizables por todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible” (LONDAU). Y ello hace referencia a otras áreas quizás menos tenidas en cuenta como el transporte, la comunicación o las nuevas tecnologías.
Para que un servicio, recurso, objeto o dispositivo sea calificado como accesible, ha de cumplir diferentes requisitos:
Acceso a la Red
Internet se ha convertido en una de los principales medios de comunicación e interacción. Las redes sociales, por ejemplo, se están convirtiendo en herramientas claves para el ocio o para las relaciones laborales y personales. Es por ello que también en este ámbito se trabaja para que la tecnología sea accesible y pueda ser usada por el mayor número de personas con independencia de sus capacidades. Esa es, al menos, la teoría. En 2014 se subieron a la red cerca de 3 millones de apps a través de las principales plataformas, sin embargo, sólo un pequeño porcentaje de ellas eran accesibles. También la normativa obliga a que las webs de cualquier administración o entidad pública sean accesibles y contempla sanciones que pueden llegar hasta el millón de euros para aquellas que la infrinjan. No ha ocurrido por ahora en España, pero sí que se han dado casos en países como Australia o EEUU.
“Tenemos el deber moral de eliminar los obstáculos a la participación y de invertir fondos y conocimientos suficientes para liberar el inmenso potencial de las personas con discapacidad. Los gobiernos del mundo no pueden seguir pasando por alto a los cientos de millones de personas con discapacidad a quienes se les niega el acceso a la salud, la rehabilitación, el apoyo, la educación y el empleo, y a los que nunca se les ofrece la oportunidad de brillar”.
Profesor Stephen W Hawking (Prólogo Informe Mundial sobre la Discapacidad. OMS).