La parálisis cerebral es uno de los trastornos motores más frecuentes en niños y una de las principales causas de invalidez infantil. Descrita por primera vez a finales del siglo XIX, algunos estudios apuntan a una ligera prevalencia de esta afección en el sexo masculino y a un mayor número de casos diagnosticados en América con respecto a Europa. Hoy día se estima que, de cada mil niños recién nacidos, entre dos y tres desarrollarán parálisis cerebral.
Como muchas de las patologías que afectan al cerebro, no siempre es fácil determinar cuál es el factor exacto que provoca la parálisis cerebral infantil (PCI). No obstante, entre las causas más frecuentes está el bajo nivel de oxígeno en el área (hipoxia), las infecciones cerebrales, malformaciones o accidentes prenatales y la prematuridad, entre otras. De este modo, la mayoría de las lesiones o anomalías que causan la parálisis ocurren mientras el bebé crece en el útero materno, durante el parto o en los primeros años de vida, mientras el cerebro del niño está aún desarrollándose.
Junto a los trastornos motores que impiden el normal desarrollo del movimiento y la postura, los niños con parálisis cerebral pueden tener también problemas asociados como retraso mental, trastornos sensoriales, convulsiones y problemas de lenguaje y del habla, oculares o de la audición. El mayor o menor grado de discapacidad del pequeño dependerá de la extensión del daño cerebral así como de la zona afectada
El tratamiento de los trastornos motores presentes en la PCI requiere de la valoración y seguimiento de un equipo multidisciplinar formado por médico, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional y técnico ortopédico. En éste, la intervención de la familia y del propio paciente es también clave con el fin de conseguir que todas las mejoras funcionales que se introduzcan sirvan para mejorar la calidad de vida del niño, incrementar su autonomía y favorecer su integración en un entorno social, escolar y familiar normalizado.
La importancia de una postura correcta
A medida que el niño con parálisis vaya creciendo es muy posible que necesite de una silla especialmente diseñada para él, en la que se sienta cómodo y seguro y en la que goce de la mayor movilidad y autonomía posible para realizar sus actividades. Es por ello que, a la hora de elegir una silla es muy importante conseguir una buena sedestación, es decir, que el niño esté bien sentado en una silla totalmente adaptada a sus características y necesidades puede reportar cuantiosos beneficios:
Por último, en la adaptación y elección de la silla influirá también el grado de afectación del pequeño. Así, por ejemplo, en el caso de que ésta sea moderada, el niño podrá usar una silla autopropulsable con dispositivos a medida o con sistemas modulares que favorezcan la alineación y la prevención de deformidades. Si, por el contrario, hablamos de afectaciones graves puede ser recomendable el uso de sillas de ruedas basculantes y asientos posturales a medida y, en ocasiones, de sistemas de sujeción externos.